sábado, 15 de enero de 2011

Memoria e historia en la reconstrucción histórica de Francisco


1. Memoria e historia: unas consideraciones previas

El concepto “historia” es una abstracción. Con él designamos al conjunto de acontecimientos que han sido registrados por la memoria como significativos: “[…] los griegos tenían dos palabras,mneme y anam-nesis, para designar, por una parte, el recuerdo como que aparece, algo pasivo en definitiva, hasta el punto de caracterizar como afección – pathos – su llegada a la mente, y por otra parte, el recuerdo como el objeto de una búsqueda llamada, de ordinario, rememoración, recolección, el recuerdo, encontrado y buscado de modo alternativo, se sitúa así en la encrucijada de la semántica y de la pragmática. Acordarse es tener un recuerdo o ir en su búsqueda. […] Este desdoblamiento del enfoque cognitivo y del enfoque pragmático tiene una incidencia importante sobre la pretensión de fidelidad de la memoria respecto al pasado: esta pretensión define el estatuto veritativo de la memoria, que habrá que cotejar más tarde con el de la historia.” La memoria que quiere ser fundamento de lo que se narra como historia siempre es ejercida, es un acto consciente que intenta dar cuenta de lo acaecido.

Es claro, sin embargo, que no todo acontecimiento rememorado es histórico de por sí. Lo que construye el objeto histórico es la pregunta que se hace a las fuentes que transmiten la memoria. Desde estas preguntas el testimonio de la memoria se convierte en hecho, es decir, en información con respecto al pasado. Por eso, tenemos que diferenciar dos elementos propios de los datos que transmiten las fuentes: 1) los testimonios, transmisores de la memoria, asumen distintas formas de expresión de acuerdo a los intereses comunicativos de aquellos que los narran; y 2) la información que estos testimonios transmiten, que es recuperada por medio de las preguntas que se hacen a las fuentes. Así, el hecho en cuanto tal es una construcción que se fundamenta en el contenido del testimonio, pero que difiere de este en cuanto puede ser refutado o verificado desde los estatutos epistemológicos de la historiografía.

En palabras de Brauer: “Lo que la narración histórica produce no son los hechos sino un modo de reconocerlos. El referente historiográfico no es un duplicado ontológico de su representación.Los llamados hechos se establecen en y por el relato en el que los datos (extramentales aunque siempre ya cognitivamente precategorizados) van encajando como piezas de un todo más o menos consistente. Dado que la historia tiene como tema la exposición de una secuencia de acontecimientos del pasado y éste no es, por definición, accesible de forma directa –simplemente porque los hechos ya no están ahí –, ella se enfrenta a una triple tarea. Por un lado, (1) establecer los hechos, o sea qué sucedió; en segundo lugar, (2) ofrecer una explicación plausible de los mismos, y en tercer lugar, (3) proponer una interpretación global de los acontecimientos de modo que su heterogeneidad quede integrada en un todo conceptualmente consistente.” Es así que toda actividad historiográfica es un ejercicio de interpretación, que es parte de la búsqueda de verdad en la historia.

El hacer memoria es fundamentalmente una práctica cultural, eso quiere decir que ella narra lo acontecido a partir de las prácticas simbólicas que representan la realidad como significativa de acuerdo con las características particulares de cada sociedad. Estas representaciones nacen a partir de las instituciones que estructuran el todo social, por lo que tienden a crear identidad y coacción en los individuos que componen la sociedad: “[…] es en la reflexión efectiva del historiador sobre el momento de la representación incluido en el de la operación historiográfica como accede a la comprensión explícita que los agentes sociales adquieren de sí mismos y del ‘mundo como representación’.” Por eso, para comprender adecuadamente la razón social por la cual un acontecimiento es transmitido por medio de la memoria, hay que articular los modos de la representación con los de explicación/comprensión y, a través de estos, con las formas propias de comunicación que asumen las fuentes que transmiten el testimonio de lo acaecido.

De todo esto se sigue que es parte de la consideración histórica la comprensión que los individuos tienen de sí mismos y del lugar que ocupan dentro del todo social. Pero acceder a estos datos implica también un proceso de interpretación, ya que el sistema simbólico de cada sociedad es particular y está determinado por las condiciones objetivas de vida. Los testimonios más importantes de esta autocomprensión son los textos que transmiten este sistema de representación, ya que ellos remiten directamente a los objetos y relaciones sociales que han sido seleccionadas de la realidad social por haber sido considerados significativos. Cualquier construcción de un modelo social presupone la división de la realidad en un mundo de hechos y un mundo de signos, aunque ambos se encuentran relacionados. Un fenómeno puede tener un significado sólo si entra a formar parte de un sistema y establezca una relación con un no-signo o con otro signo. La primera relación genera el significado semántico y la otra el sintagmático. Es evidente que este sistema de signos está a la base de las posibilidades de acción de los individuos particulares. Ellos deciden la manera de interrelacionarse, comunicarse y actuar, de acuerdo a los códigos establecidos de antemano en la sociedad.

2. Criterios para determinar la historicidad de las fuentes

Para analizar las fuentes sobre helos orígenes del franciscanismo se nos plantea la necesidad de encontrar una serie de criterios para determinar en ellas: 1) qué datos tienen su origen en Francisco de Asís (Primera parte de s. XIII, se privilegia aquí los textos directamente provenientes de él, o los que aducen su autoría), 2) qué procede de las interpretaciones de los diversos grupos ligados a la figura de Francisco (es decir, sus seguidores más inmediatos, hasta más o menos el comienzo de la segunda parte del siglo XIII), y 3) qué es producto de la labor redaccional de los autores de las fuentes (aquí nos encontramos con el problema de la evolución de las interpretaciones sobre Francisco y su carisma que abarcan un considerable arco temporal, aproximadamente unos tres siglos).

Hay que tener en cuenta, que dada la índole de nuestros escritos, los criterios de historicidad producirán juicios con un grado de certeza más o menos elevado: rara vez se puede alcanzar la certeza absoluta. De hecho, en el caso de la búsqueda de una reconstrucción histórica de Francisco y los orígenes de su movimiento, la función de los criterios es permitir el paso desde lo simplemente posible a lo realmente probable, para estudiar varias probabilidades y decidir qué candidato en más probable. Y esto es todo lo que se puede esperar de estos criterios.

I. Criterio de dificultad

A este criterio también se le llama de contradicción, y se centra en acciones o dichos de Francisco que hayan desconcertado o creado dificultades a sus contemporáneos. Lo esencial de este criterio se encuentra en que los autores difícilmente habría creado un material que los colocara en una situación difícil o debilitada en las disputas con sus oponentes. Este tipo de material habría sufrido con el paso del tiempo una progresiva supresión o adaptación a través de las fuentes biográficas, que querían proponer a Francisco como un ejemplo de santidad. Un ejemplo de esto es el proceso de conversión de Francisco y su clarificación de la llamada divina.

El hecho de que encontremos pasajes en las fuentes que tienen esta característica, nos hace concluir que dentro del movimiento franciscano existía una fuerte tendencia a mantener aquellas cosas que provenían directamente de Francisco. No estamos ante una comunidad que se complace en omitir aquello que no le conviene, o simplemente a inventar una tradición que le resultase funcional.

A pesar de todo, este criterio tiene sus dificultades. En primer lugar, este tipo de casos no abundan en las fuentes. En segundo lugar, podemos considerar algo embarazoso para los autores sin que esto lo haya sido en realidad.

II. Criterio de discontinuidad

Este criterio se centra en las palabras o acciones de Francisco que no pueden derivarse de los cristianismos de su época ni de los posteriores a él. Para algunos autores este es el criterio fundamental, porque nos daría un mínimo de información para poder trabajar. Pero, para otros, supone un conocimiento completo de los cristianismos de la época de Francisco y de los inmediatamente posteriores a él, cosa que no poseemos a pesar de la abundancia de fuentes al respecto. Esto es sobre todo claro en lo que respecta a los movimientos heréticos y el cristianismo popular.

La dificultad más grande que presenta este criterio, es que en realidad nos ofrece un retrato muy simplista de Francisca: lo divorcia de los cristianismos que lo influyeron y de la Iglesia que él influyó. Una ruptura total de Francisco con el ambiente religioso inmediatamente anterior o posterior a él, es inverosímil a priori. Un peligro mayor, al considerar los resultados obtenidos con este criterio, es el que considerar que éstos representan lo central de la acción y palabra de Francisco, cuando podrían ser sólo cosas muy periféricas.

Los mismos cuidados tenemos que tener al considerar la continuidad histórica de Francisco con los cristianismos posteriores. Hay que preguntarse siempre con qué rama del cristianismo Francisco pudo ser continuo o discontinuo. Tampoco nos es lícito decir, que Francisco tuvo que ser continuo en todos los asuntos al interior del cristianismo.

Por otra parte, a veces este criterio ha servido para hablar de las cosas en las que un personaje histórico fue “único”. Resulta inverosímil que la unicidad de Francisco se centre en algunos aspectos que se supone fueron “originales”. Francisco tuvo seguidores, que si bien se pudieron escandalizar con algunas de sus ideas o actitudes las consideraron enseñanza del iniciador de una comunidad religiosa. Su originalidad se centra en su propia personalidad, no tanto en detalles aislados de su vida. También, es necesario relativizar nuestros juicios: podemos esperar que alcancemos conocer lo esencial de Francisco, las “cosas” que él decía de una manera usual o característica; raramente podremos afirmar con razón que hemos recuperado sus palabras exactas en los datos que únicamente se encuentran en las biografías.

III. Criterio del testimonio múltiple

Este criterio se centra en las acciones o palabras de Francisco que estén atestiguadas en más de una fuente literaria independiente y/o en más de una forma o género literario. La fuerza de este criterio aumenta si un determinado motivo o tema se halla tanto en fuentes como en géneros literarios diversos. Por todo este cúmulo de fuentes diversas, resulta difícil que esta expresión haya provenido de alguien posterior. Por lo general, no podemos esperar una gama tan amplia de testimonios. Pero sí encontramos referencias cruzadas entre dichos que tratan de un tema particular y acciones de Francisco relacionadas con ese tema.

Pero como los otros criterios, este no es un indicador infalible de historicidad. En primer lugar, porque es factible que un concepto o dicho creado en los primeros años del movimiento franciscano fuese tan funcional que entrara en circulación rápidamente y entrara a formar parte de varias fuentes. Por otro lado, el que una palabra de Francisco aparezca sólo en una fuente no implica que él no lo pronunciase.

IV. Criterio de coherencia

Este criterio sólo se puede utilizar después de haber aislado cierta cantidad de material histórico mediante los criterios anteriores. Según este criterio otros hechos y dichos que encajan bien en la base de datos preliminar, establecida mediante los otros criterios, tienen una gran probabilidad de ser históricos. Hay que tener en cuenta que este criterio es menos probatorio que los otros. Los miembros del movimiento franciscano no estaban en realidad separados de Francisco y sus compañeros. Seguramente han conservado y transmitido palabras de Francisco, aunque tal vez no en su forma original. Por tanto, estas palabras se pueden considerar auténticos, en cuanto que transmiten una enseñanza procedente de Francisco ysus primeros compañeros, aunque no en sentido estricto.

Habría que tener cuidado a la hora de determinar que algún material no es auténtico aplicando este criterio. Porque no nos es posible juzgar algo como no coherente sin tener en cuenta la subjetividad misma de Francisco y los suyos.

3. La reconstrucción de una imagen histórica plausible

A pesar de la objetividad de los datos que se pueden obtener a partir de los criterios arriba mecionados, sin embargo, se carece de algo fundamental: un elemento objetivo que permita el ordenamiento de los datos obtenidos en una imagen histórica. En efecto, la aplicación de estos criterios al material de las fuentes puede ofrecer datos que se remiten al Francisco de la historia, pero su ubicación dentro de una imagen histórica plausible parece quedar a juicio del historiador. En otras palabras, el testimonio de un hecho no da información alguna con respecto a su importancia dentro del entramado de acontecimientos. “La verdad de una narración histórica no puede juzgarse únicamente por la veracidad de los datos de que parte, ni tampoco sólo por lo adecuado de las explicaciones nomológicas e intencionales que utiliza, su cuestionamiento se da en el marco de una discusión y argumentación sobre los principios de composición del relato y de relevancia de los conceptos que lo organizan.” Reconstruir una figura histórica supone un acto de abstracción y, por ende, de interpretación. En este proceso la percepción del historiador juega un rol importante, pero no tiene porqué ser único. Es necesario encontrar dentro del análisis de los datos elementos que permitan discernir qué recuerdos objetivos son especialmente importantes para entender la vida de Francisco y sus primeros compañeros. Y como bien lo afirma Brauer, un elemento de juicio fundamental resulta la inclusión documentada del punto de vista de los agentes históricos acerca del sentido de sus actos.

Esto nos lleva a otro de los problemas de la aplicación de los criterios propuestos: se privilegia los llamados facta , las acciones realizadas más que las palabras que explican su signifcado. Es claro que el criterio de testimonio múltiple es el pivote sobre el que se mueven los otros. Pero en cuanto a las palabras de Francisco la atestación múltiple tiene serios inconvenientes. En primer lugar porque las fuentes que los atestiguan no necesariamente son independientes entre sí. Además es presumible que las palabras no hayan llegado hasta nosotros es su forma original, sino que hayan sido interpretados incluso por los mismos testigos o por los copistas posteriores. Es por eso que sería más propio hablar de la transmisión de la intención comunicativa de Francisco y los suyos, salvo en los casos en que las expresiones originales utilizadas por Francisco hayan sido preservadas en varios estratos de la tradición de las fuentes. Desde este punto de vista, es importante remitirse al qué del recuerdo, ya que la tradición histórica fue creada a partir del impacto que causó en los testigos del acontecimiento. El testimonio es un acto de la memoria que tiene un carácter pragmático: se recuerda en función de algo. La memoria ejercida en la comunidad intentó responder tanto al deseo de fidelidad a Francisco como a la necesidad de encontrar líneas orientativas para nuevos retos históricos. La confrontación entre testimonios es sin duda una herramienta valiosa para encontrar piezas del rompecabezas histórico, pero constatar que varias fuentes recontextualizan el material recibido de testigos oculares, nos permite comprender que ese material se consideró significativo para la comunidad de una manera particular. “El hecho no es el acontecimiento, devuelto a su vez a la vida de la conciencia del testigo, sino el contenido de un enunciado que intenta representarlo.”

En el caso de la tradición franciscana, los recuerdos acerca de Francisco y sus primeros compañeros son parte de los materiales que se utilizaron en la narraciones acerca de su vida y que fueron ideadas como un instrumento para solidificar la identidad grupal en sus creencias, es decir, se trata de una narrativización social de recuerdos, que Mudrovcic llama memoria colectiva. Una reconstrucción histórica, entonces, se encuentra con un dato innegable, se depende totalmente de aquello acontecido con Francisco que fue recordado como decisivo por los seguidores posteriores. El acontecimiento, antes de convertirse en objeto de investigación histórica, es objeto de un relato que transmite un testimonio de la memoria. “La memoria colectiva en tanto representación narrativa no sólo integra los eventos pasados en una historia sino que incluye la construcción de una futura historia que continúa teniendo como sujeto al grupo. La comunidad de memoria genera una comunidad de expectativas. De allí la índole práctica de la memoria colectiva. El relato retrospectivo necesita coincidir con la situación presente y debe permitir anticipar el futuro. Esta dimensión práctica es la que otorga legitimidad a las acciones políticas y jurídicas en el presente a partir del deber que los miembros del grupo sienten con el recuerdo que forma parte de su historia. El recuerdo se relaciona con el interés de manera tal que genera mandatos éticos entre los miembros del grupo. La ética guía las relaciones estrechas de aquellos que por estar vinculados a una comunidad de recuerdos poseen un interés mutuo.” De todo el material hay que sustraer primero las expresiones teológicas posteriores y las tradiciones que evidencian una clara tendencia eclesial posterior a Francisco, para entresacar el material histórico. Esto se logra encontrando las contradicciones o las tensiones del material con las tendencias reconocidas de la comunidad eclesial posterior.

De la misma manera, cuando tendencias disímiles dentro del franciscanismo primitivo, que se expresan en fuentes independientes, coinciden en cuanto contenido, motivos formales o estructuras, es probable que este material sea auténtico. Estos resultados, que dimanan del estudio de la historia de los efectos de Francisco y sus compañeros, tienen que encajar dentro del contexto en el que Francisco y los suyos vivieron. Para poder reconstruir una imagen plausible de él, es necesario tener presente tanto la historia de sus efectos como la plausibilidad contextual. Es decir, se busca unaplausibilidad histórica comprehensiva. Eso quiere decir que la individualidad de Francisco no se puede separar de su realidad social. El individuo interactúa con personas inmersas en su realidad, así como reacciona ante ellas o su ambiente. Una imagen plausible de Francisco y sus primeros compañeros tiene que ubicarlo a él dentro de la realidad de la Europa de los siglos XII-XIII d.C. En efecto, el vínculo social y los cambios que lo afectaron son objeto pertinente de la investigación histórica.


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